sábado, 13 de abril de 2013

"He vuelto a tropezar con el pasado y he pedido, en el bar de mis pecados otra copa de ron."

                            <<--Si quivoquiar ti, Rey no vinier. -->>                            
Eso si que me ha de costar trabajo aprenderlo, sobre todo si no me lo pones en lengua cristian" , que lo que es en la tuya, hijo de mi alma, no sé cómo voy a componerme para no equivocarme.                                                      
Desalentada con estas dificultades, separóse Galana de su amigo, por la prisa que tenia de reunir algunas perras con que completar lo que para las obligaciones de aquel día necesitaba, y no pudiendo esperar ya cosa alguna del crédito, se puso a pedir en la esquina de la calle de San Marcos, junto a la puerta del café de los Peros, importunando a los transeúntes con el relato de sus desdichas: que acaba de salir del hospital, que su marido se había caído de un andamio, que no había comido en tres semanas, y otras cosas que partían los corazones. Algo iba pescando la infeliz, y hubiera cogido algo más, si no se pareciese por allí un maldito guindilla que la conminó con llevarla a los sótanos de la prevención de la Latina, si no se largaba con viento fresco. Ocupóse luego en comprar los adminículos para el conjuro, empresa harto engorrosa, porque todo había que hacerse por señas, y se fue a su casa pensando que sería gran dificultad efectuar allí la endiablada hechicería sin que se enterarse la señora. Contra esto no había más recurso que figurar que D.Matias se había puesto muy malito, y salir de noche a velarle, yéndose a casa de Magdalena... Pero la presencia de la Adela podría ser obstáculo: al peligro de que un testigo incrédulo imposibilitara la cosa, se añadía el inconveniente grave de que, en caso de éxito feliz, la borrachona quisiera apropiarse todos o una parte de los tesoros donados por el Rey... Por cierto que mejor que en las piedras preciosas, sería que lo trajesen en moneda corriente, o en fajos de billetes de Banco, bien sujetos con una goma, como ella los había visto en las casas de cambio. Porque... no era floja pejiguera tener que ir a las platerías a proponer la venta de tantas perlas, zafiros y diamantes... En fin, que lo trajeran como les diese la gana; no era cosa de poner reparos, ni exiguir muchos perendengues.                                                                                                              

  

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