martes, 30 de abril de 2013

La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega.

                     FUNDACIÓN     Y     LID     DE     LA     CERTEZA           
No se puede mantener guerra alguna con el alma, las cicatrices quédense retintas en sus comisuras y hechas  unos cometas atravesando los instintos como una hebra de abacal ensolecido.
El alma siempre convence y susgestiona resplandeciendo como una babilonia, rehace sus añicos la muy peregrina de sus tatuajes.
Después indulta de todo fuego y de la nieve más sonora, tiene capacidad de equilibrio y tacto.
Avanza el alma imbuida en el cuerpo y sus cataratas.
Y destila a la sangre en su alambique inefable, la retuerce, se la apropia, la engulle y la disciplina, hace de ella su azafrán.
El alma, alerta centinela de un reducto infinito, derrota a la juventud y su desparpajo, domeña la idea, la torva suficiencia, ese ímpetu vendaval tan creído que nos reboza la estatura y los pensamientos, pero que de repente se cae y resbala como la rabiza de un látigo sobre los álamos y las cúpulas.
Fue el alma quien le dio precipicio y mortaja a la ingenua pestaña presumida que tuve por espada y me dejo en paz de reconcomios escatologías, vencido por su prodigio recóndito en pleno auge y apogeo.
Ahora ya sé que aquella pelea entre enigmas y sucesos de hace tantos años arrancados y turbinas, era una obligación a dirimir de cara a la conciencia y que el alma,  con su rosa perenne que achicharra, nos ocupa el cuerpo y sus dilataciones cuando aprendemos a sufrir igual que los barrancos: al filo de los delirios que el corazón despeña.



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